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Los abuelos rurales, los grandes olvidados de los pueblos

Este invierno resulta bastante suave y en NansaNatural lo aprovechamos para pasear por el maravilloso entorno rural del valle de Polaciones.

A pesar del viento que acrecienta un tanto la sensación de frío, nos hemos acercado este fin de semana hasta el pueblo de Cotillos. Delante de nosotros vemos la furgoneta que trae el pan y otras provisiones menores. Allí la esperan los abuelos de Cotillos: Rosario y Jose.

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Cotillos en su privilegiada localización, a 1.143 metros de altitud, nos deja disfrutar de una panorámica inmejorable. Desde este pueblo, el segundo habitado más alto de Cantabria, situado en la ladera orientada al Sur, se domina todo el valle de Polaciones.

En esta época invernal la furgoneta con provisiones solo llega los martes y los sábados. Jose, jubilado de 76 años, agricultor y productor de miel, ha llegado bien abrigado hasta la entrada del pueblo calzando sus viejas y desgastadas albarcas. Rosario ha dejado las suyas a la puerta de su casa. Prefiere utilizarlas cuando la nieve cubre el pueblo. Es el mejor calzado para moverse por las callejuelas.

Jose nos dice que este año de momento hay poca nieve, pero que la pasada nevada de enero les dejó sin luz, ni teléfono. Nos despedimos de Jose no sin antes recordarle que este año los Zamarrones se celebran el 4 de marzo y que tendremos ocasión de volver a vernos.

Acompañamos a Rosario de regreso a su casa con la torta de pan de Casa Enrique (La Laguna) recién comprada. Nos cuenta que el miércoles viene los de Congelados Egea para traerles el pescado. Junto a la puerta de su vieja casa Rosario almacena la leña que le corta un familiar de Uznayo, y que luego quema en la chimenea. Como ella sabiamente dice: “Primero leña antes que pan”. Caldear la vivienda es fundamental para afrontar las inclemencias de una zona de montaña como ésta.

Rosario, una purriega que siempre ha vivido en Cotillos, representa a sus 86 años un buen ejemplo de lo que está ocurriendo en el medio rural. Un proceso de sobreenvejecimiento en el que cada vez hay más personas que alcanzan una edad avanzada. A ello se añade otra realidad, la escasez de servicios y asociada a ella el riesgo de aislamiento que conlleva.

El municipio de Polaciones, en el valle del Nansa, es uno de los menos poblados de Cantabria, debido en parte a su aislada situación. Su tendencia es altamente regresiva, como lo demuestra el estancamiento de la natalidad en tasas bajísimas y el incremento constante de las tasas de mortalidad como consecuencia del progresivo envejecimiento de su población.

Un dato significativo que muestra esa tendencia demográfica regresiva. A principios del siglo XX había un total de 1.140 vecinos en el valle de Polaciones, hoy en día solo quedan 237 habitantes en sus 90 km2. En el mismo Cotillos actualmente solo viven 5 personas.

En muchos lugares de España los más mayores han tenido que abandonar a la vejez su pueblo natal y han acompañado a sus hijas e hijos a las ciudades. Algunos regresan durante las vacaciones de verano, pero eso no evita que la tendencia general de muchas zonas rurales sea la desaparición, precisamente porque no hay renovación generacional.

Por supuesto, como Rosario hay muchos más en el valle de Polaciones con edad avanzada. Esa misma tarde estuvimos con la familia Molleda y al calor del hogar nos decían los hermanos Ángel y Agustín que ellos habían cumplido ya los 94 y los 87 años respectivamente. Y sus esposas, Joaquina 83 y María 77. Ya veis, 341 años de sabidura rural reunida frente a la chimenea compartiendo momentos de sus vidas en Polaciones. Instantes únicos de gran valor que guardaremos por siempre en la memoria.

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Ángel de 94 y Joaquina de 83 años llevan junto a su familia Casa Molleda en Pejanda

Los abuelos rurales, esos grandes olvidados que tanto aportan como transmisores de tradición y cultura. Ellos cumplen un papel imprescindible. Su experiencia y conocimientos, adquiridos a lo largo de muchos años, son de gran valor para la misma supervivencia de los pueblos. Sin ellos desaparece mucha de la sabiduría del medio rural y las nuevas generaciones pierden la oportunidad de adquirir ese profundo conocimiento del patrimonio cultural de sus pueblos.

 

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